viernes, 23 de julio de 2010

KSHANIA DE ANTAÑO
para desde palacio de madera
Por: Luis Ernesto Rouzaud.
Le decían “EL CALAY”, todos lo conocían por su peculiar apodo, pero se llamaba Heriberto Escárrega Montoya hermano del Kuimy.
Era un amigo peculiar en todos los sentidos.

Por mucho tiempo manejó una vulcanizadora o llantera, sin embargo por exigencias del tráfico que cada día aumentaba y el negocio estaba en el puro centro de la ciudadela, se vio obligado a cerrar su servicio que de verdad le redituaba buenas ganancias, poco después se dedico a la venta de billetes de lotería, muchas veces la diosa fortuna toca las puertas de quien menos se lo espera. Así pasó con él, un día de tantos le quedó sin vender un billete que salió premiado, de la noche a la mañana el “Calay” era millonario, aunque siguió viviendo con la sencillez acostumbrada, con su camaradería y su buen humor, que tantos amigos le redituaban, salvo que se compró un gran televisor y una antena parabólica. Desde hacía un tiempo acariciaba un sueño que finalmente pudo realizar.

Su idea era pasar por su aparato todas las peleas de campeonato mundial, serie mundial de béisbol, mundial de fútbol con las siempre vergonzosas actuaciones de las selecciones en turno. Para que gente de escasos recursos pudiera ver libremente eventos importantes que anteriormente eran libres y que hoy son PAGO POR EVENTO, así que acondicionó el porche de su casa para colocar el gran aparato, mando hacer butacas de cine para que los asistentes se sentaran cómodamente a ver su deporte favorito. Así pasaron varios calendarios y todo mundo sabía que en cualquier evento mundial, la TV del “Calay” siempre estaba presente. Fríos noroestes de invierno, fieros calores en verano se repetían uno tras otro, el frío, si tienes una chamarrita y un cobertor la pasas, el verano ni desnudo lo soportas, pero Kshanía no es un campo nudista, además los que estamos un tanto rancios nuestra piel se arruga y salir con la "ropa" planchada resulta un tanto cuanto pesado. Por eso, nuestro personaje central, o sea, el Calay, sólo se ponía las camisas colgadas al hombro, así que prácticamente andaba sin camisa. Era su forma de protestar por el calor extremo que golpea a esta bonita pero maltratada ciudadela, cuando su piel generaba el salado líquido llamado sudor, su camisa le servía para enjugárselo.

Cuentan que en una ocasión fue a comprar una camisa, entró al establecimiento para detenidamente escoger una, veía una, dos y tres veces cada una de ellas, hasta que, después de aproximadamente una hora se dirigió a pagar la que más le gustó. Sólo que él era de estatura normal y muy delgado, la prenda que se disponía a pagar era talla XL, la empleada le pregunta: ¿Es para usted? Si claro, fue su respuesta. Pues entonces le quedara muy grande, enfatizó la empleada, a lo que él contestó con rapidez, NO IMPORTA, AL CABO QUE LA QUIERO PARA PONÉRMELA EN EL HOMBRO.










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